– Ay, re quiero una app con AI
– ¿¿Por qué??
– Porque la re quiero

¿Qué son realmente los requerimientos? ¿De dónde salieron?

Los “requerimientos” vienen de cuando en los principios de la informática, había que informatizar métodos o procesos establecidos y bien definidos.

Por ejemplo, los pasos a cumplir para liquidar correctamente un impuesto o para trazar trayectorias balísticas. Si el programa no seguía esos pasos al pie de la letra, alguien podía terminar con una multa, preso, o muerto.

En esa época, “que sea amigable” significaba, “que no se me venga encima uno de esos armarios llenos de lucecitas”. Foto: CDC 6600 y CDC 7600, Lawrence Livermore National Laboratory
En esa época, “que sea amigable” significaba, “que no se me venga encima uno de esos armarios llenos de lucecitas”. Foto: CDC 6600 y CDC 7600, Lawrence Livermore National Laboratory

Los requerimientos eran originalmente eso. Cosas que el cliente pedía a los programadores, que debían ser cumplidas tal cual se las solicitaba.

Como en esa época todo lo que los clientes podían solicitar eran estrictamente requerimientos (porque no había espacio para nada más), por metonimia se empezó a llamar “requerimiento” a cualquier cosa que los clientes pudieran pedir.

Y se los siguió llamando así, aún cuando los clientes empezaron a solicitar cosas que ya no eran, realmente, requerimientos. Ya no eran cosas que no se podían negociar. Eran sus propias ideas o deseos.

Los “requerimientos” alimentan incentivos perversos

Es así que hoy, los verdaderos requerimientos –la información sobre métodos o procesos establecidos que no se pueden cuestionar– puede representar menos del 1% de un proyecto.

El resto son ideas que nos trae el cliente. Estas ideas pueden variar desde solicitudes más o menos concretas (“necesitamos una App”, sin haber evaluado si el mercado tendría interés en ella), hasta caprichos (“que sea disruptivo”, “que tenga IA”).

Alan Cooper, pionero de la informática moderna, lleva años combatiendo la noción errónea de los “requerimientos” en IT y UX.

Cumplir con los “requerimientos” se ha convertido en un ejercicio de evitar conflictos, no en crear software útil. Un proyecto de software sin objetivos bien definidos, en el que ni siquiera el cliente entiende lo que está pidiendo, está condenado al fracaso. Pero no es que los programadores no sepan que los pedidos son irracionales; es que a nadie le conviene ser quien le diga al emperador que está desnudo.

El modelo de negocios basado en cobrar por hora genera incentivos perversos para las agencias y software factories. A ninguna le conviene corregir a sus clientes cuando se están equivocando. En otras palabras, lo común en la industria es tratar a los clientes como adversarios, algo que fácilmente se disfraza de “profesionalismo” pretendiendo que cumplir con los supuestos “requerimientos” es hacer un buen trabajo.

Un modelo de negocios distinto: un modelo honesto.

Los modelos de negocio basados en “requerimientos” no sólo son anticuados: son perjudiciales. Hace más de veinte años que el Manifiesto Ágil declaraba: “colaboración con el cliente sobre negociación contractual”. La noción de “requerimientos”, de enunciados que no se pueden observar ni cuestionar, socava ese principio.

En Kambrica, nuestra misión es articular estrategia y experiencia para lograr software funcionando (versus desperdicios: inversiones y esfuerzos que no generan valor), aceptado y adoptado por usuarios reales (versus impuesto, resistido o rechazado), y cumpliendo objetivos de negocio (versus caprichos y fracasos).

Por eso, nuestro modelo de negocios está basado en compromisos que muy pocas agencias están dispuestas a asumir:

  • Ser honestos y transparentes en todas nuestras interacciones, evitando cualquier forma de desinformación.
  • Proporcionar recomendaciones efectivas basadas en el juicio profesional calificado, sin sugerir ni aceptar nada que pudiera beneficiarnos comercialmente a expensas de generar perjuicios o desperdicios para nuestro cliente.
  • Ayudar a nuestros clientes a tomar decisiones informadas que reduzcan desperdicios, riesgos e incertidumbre, y maximicen el valor, incluso si esas decisiones pudieran implicar un perjuicio comercial para nosotros.

Creemos que la Tecnología, con mayúscula, es lo más humano que hay: el ser humano moderno es el producto del proceso de co-evolución que comenzó con el Homo habilis y las herramientas que desarrolló.

Las primeras herramientas que hemos encontrado tienen más de 2 millones de años, cuando no existía el Homo Sapiens: fueron obra de las especies que nos precedieron. Esas herramientas permitieron a nuestros antepasados obtener nutrientes a los que otras especies no pueden acceder. Y el círculo virtuoso que se dio entre el mayor acceso a nutrientes y el desarrollo cognitivo necesario para lograr ese acceso, fue dando lugar a la naturaleza humana actual.

Por eso, creemos que crear Tecnología, con mayúscula, solo es posible desde un compromiso genuino con nuestros clientes, con la comunidad y con nuestra especie.