Infobae: ¿Quiénes son los jóvenes argentinos sub-25 que marcan la agenda en materia de innovación? Tienen menos de veinticinco años y son reconocidos por sus proyectos, que reflejan preocupación por las causas ambientales e inclusivas. Qué piensa y en qué trabaja la generación que está construyendo el futuro.
El mérito de uno de esos “jóvenes que marcan la agenda”: cobrarle millones al Estado por una app que se puede hacer en una hora y media. Periodismo basura en su máxima expresión.

El mito de la juventud digital arrancó con fuerza a principios de los ’80, cuando la informática se propuso conquistar los hogares. Para el desembarco, no alcanzaba con publicidad: había que estar en primera plana.

Es así como prensa e industria encontraron un mito fundacional que podían explotar para mutuo beneficio: retratar a los entonces veinteañeros Steve Jobs y Bill Gates como los “enfants terribles” que habían dejado la universidad para revolucionar una industria estancada por “viejos” y “académicos”.

El mito fundacional de los jóvenes maravilla vendía más diarios y computadoras que contar la historia real: quienes habían desarrollado las tecnologías que Apple y Microsoft comercializaban era gente como Jef Raskin y Gary Kildall, “veteranos” cuarentones con una sólida formación en matemáticas y maestrías en Ciencias de la Computación.

Sir Clive Sinclair posa junto a la ZX81, producto de su visión comercial, y de gente como Jim Westwood, con quien trabajaba hacía ya casi 20 años.
Por no hablar de Sir Clive Sinclair, no sólo mayor, sino también mucho menos fotogénico. En el reparto de personajes le tocó el de “inventor excéntrico”. Después se fundió y quedó fuera de carrera. En fin.

Un buen periodista nunca deja que la realidad le arruine una buena noticia

El periodismo es, mayormente, un género de ficción libremente basado en hechos reales. Resultaría una forma inofensiva de entretenimiento, si no fuera porque moldea decisiones que gente incauta toma en la vida real.

Es el caso de clientes y gerentes que aplican como certeza el mito de la tecnología como cosa exclusiva de la juventud, incluso por sobre la experiencia en el campo. Pareciera ser que el día en que cumplís 40 años, se te funde alguna parte mágica del cerebro que “conecta” con “lo digital”. Más de un selector de Recursos Humanos dejaría de leer un CV luego de ver que la fecha de nacimiento es 1969. Sin duda, a ese candidato ya se le acabó la nafta y no tiene nada que ofrecer:

Linus Torvalds (n. 1969): seguramente, un “anciano digital” que ni debe saber cómo usar un móvil. ¡Ni siquiera sabe sacarse una selfie decente! ¡Un horror!

La realidad es que los chicos que están entrando a la universidad, los “nativos” digitales, los que “respiran” la tecnología desde la cuna… bueno, resulta que estos chicos no saben cómo usar Word. Hiperventilan con sólo ver la grilla de un Excel.

Que la actual tecnología de consumo se pueda usar sin siquiera saber leer, no es mérito de los “nativos digitales”. Sino de quienes les llevamos 20, 30, 40 o más años de ventaja diseñando cosas que les resulten cada vez más fáciles de usar.

Microcomputadora Sinclair ZX-81 conectada a una TV y con el manual a la mano, tal como hacíamos 40 años atrás.
La experiencia de uso de una ZX81: sacarla de la caja y no saber qué hacer. Consultar el manual para ver qué cable había que enchufar en dónde. Luego de media hora, ¡ya había imagen en la TV! Tratabas de tipear “HOLA”: en pantalla aparecía GOSUB OLA[L]. Resignado, volvías a agarrar el manual y no lo soltabas hasta no haber llegado al final. Foto: Martin Sauter/WIrelessMoves

Mis padres nunca se interesaron en usar la ZX-81 que me regalaron. Para ellos, la Olivetti era más práctica: apretaban una tecla y la palabra se imprimía. El ritual que yo tenía que hacer para cargar un rudimentario procesador de textos les resultaba inconcebible.

Quienes nacieron con un dispositivo táctil a la mano, tienen una experiencia de uso tan práctica como la de mis padres: si quieren escribir, tocan el icono de la App en la pantalla, y a continuación, escriben.

Al igual que mis padres, los “nativos digitales” no necesitan entender la diferencia entre memoria y almacenamiento, RAM, ROM, diskette, disco duro, local o en la red. Nunca tuvieron que devanarse los sesos para ahorrar un precioso puñado de bytes. Ni tuvieron que sufrir por las incompatibilidades entre diferentes sistemas de codificación de texto (lo cual Excel recién terminó de resolver ¡hace menos de 10 años!).

Este alivio que viven, es producto del trabajo de quienes ya teníamos por lo menos 20 o 30 años a fines del siglo pasado, cuando Jef Raskin publicó “The Humane Interface”. Allí, proponía diseñar sistemas que no obligaran a los usuarios a manejar tecnicismos básicos como directorios y archivos, al punto que ni siquiera existiera la necesidad de “guardar” un “archivo”, porque el sistema estaría diseñado bajo la premisa de preservar de manera transparente el trabajo del usuario.

Hay una generación que no sólo no vio nunca un diskette, sino que tampoco puede imaginar qué función podría cumplir un botón con ese icono, porque está acostumbrada a que las cosas se “guarden” solas. Motivo de orgullo de las dos generaciones previas cuyo trabajo lo hizo posible.

Las tecnologías difíciles crean personas fuertes, las personas fuertes crean tecnologías simples, y las tecnologías simples crean centennials.

La familiaridad con la tecnología no es producto de la juventud. Es el fruto del trabajo de quienes fuimos marcados por tecnologías difíciles, que pudimos adquirir desde nuestra infancia la capacidad de entenderlas en su progresiva complejidad, de domarlas y mejorarlas, y de crear tecnologías simples para mejorar la condición humana.

Quienes empezamos nuestro camino programando microcomputadoras de 8 bits no sólo somos testigos y protagonistas de los éxitos y fracasos de nuestra industria en las últimas décadas: conocemos sus causas humanas, independientes de la tecnología y del momento.

Somos los pioneros de las disciplinas de Experiencia de Usuario, de las prácticas, metodologías y tecnologías que hoy se consideran estándares. Somos quienes forman y dirigen a las personas y equipos que logran resultados. Somos la nueva generación de profesionales que pasaron los 40 años y trabaja tras las cortinas, a espaldas del periodismo sensacionalista.

Somos los expertos capaces de ayudar a nuestros clientes a tomar mejores decisiones.

Quienes en cambio, basan sus decisiones en artículos periodísticos de medios masivos apuntados al mínimo común denominador, terminan redescubriendo uno de los principios fundamentales de la informática: garbage in, garbage out.